A Cecilia la conocimos un día en que no topamos con su blog de casualidad, pura magia blogger, la leímos casi de un tirón y nos encanto su forma de escribir, la sentimos cercana y le empezamos a dejar comentarios en sus posts, devolvió el primer comentario y noto una incoherencia mía a escribir, de esas que se tienen por no releer lo una escribió antes de apretar publicar, pensamos que no iba a volver nunca más. Un tiempo después comento de la nada y nos empezó a seguir.
Cuando empece a planear esta sección, no dude en invitarla a escribir, ¿como ella que escribía tan lindo y que amaba BSAS no iba a hablar de esa ciudad? pasaron algunos meses, pasamos de otoño a primavera, escribió este post con Tomás en la panza y yo pensaba el otro día... ¿ como no publicar su post en octubre, que es precisamente el mes de mamá? porque no importa que su bebucin no haya asomado su cabecita a este mundo, ella ya es su mamá y lo va a ser por siempre.
Algunos posts no necesitan imágenes, porque el relato es tan bueno que lo podes ver todo igual.
Luz de primavera
No creas
que ya no hay más tiniebla,
tan sólo debes comprenderla,
es como la luz en primavera.
Luis A.
Spinetta
El invierno siempre hace algunas horas
extras, y el verano cada vez se apura más en llegar. Por eso en Buenos Aires la primavera es la estación más breve. ¿Será eso parte de
su encanto?
Escotes tímidos. Piernas blancas. El
reencuentro con la jardinería, las prendas livianas, los colores claros; las promesas de gimnasio y caminatas; toda
clase de dietas. Los pic nic en la hora
de almuerzo, con la estelaridad fugaz del yogur y la ensalada. Las primeras
cervezas frías en alguna mesita en la vereda.
Pero a mí lo que me maravilla es que el
ritual se cumpla cada año. De repente –porque es así- un día te levantás y ves
el árbol frente a tu puerta todo reverdecido. Nadie vio cómo ocurrió. Pero ahí
está, y a mí siempre me plantea la misma pregunta: “¿Qué clase de manos mágicas y bonachonas
ajustan el reloj del tiempo para que las cuatro estaciones se cumplan año a
año?
También están los pájaros, a los que se les
da por hacerse oír más en esta época. Su canto es esa certeza matinal de que el
mundo sigue andando. El anuncio más dulce de que el día empezó… Y hacia el
atardecer, si afinás el oído, los vas a oír llamándose para volver al nido.
Y, ah, los perfumes. Ya desde septiembre,
los azahares florecidos, que te embriagan. Hay que saber encontrarlos acá en
Buenos Aires. Una cuadra, como perdida entre dos avenidas, me regaló este dulce
aroma durante varios años.
Después los lapachos, inundando de un
rosado paquete las avenidas del Libertador y Figueroa Alcorta. Y en noviembre
los tilos –mi total perdición-, ese perfume que me conecta con los días más
lindos de la infancia, y que me convence de que nada malo puede pasar si voy
envuelta en ellos.
¿Probaste caminar por la Avenida Boedo un
atardecer de noviembre? ¿O pedalear por
Colegiales? Vas a volver de un absurdo y saludable buen humor. Eso también es
la primavera en Buenos Aires.
Hoy se suma un hecho. Salvo que decida
remolonear un ratito más en mi panza, ésta va a ser la estación en que nazca mi
hijo Tomás. Mi hijo será de la primavera.
Siempre pienso que tiene que existir lo
oscuro para reconocer lo claro; lo opaco, para que lo brillante reluzca de un
modo más evidente; lo frío y gris para que cuando la tibieza del sol nos
acaricie sepamos reconocerla y agradecerla.
Eso
creo.
Agradezco a las manos bonachonas del
tiempo, no sólo por la esplendorosa primavera, pero en especial por ella.
c.
¿ya te diste cuenta que es la que ama?
Cecilia- Sos lo que amás
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